Mientras suelto las pastillas en las hierbas altas, una de ellas queda enganchada en el dobladillo de mi vaquero. Presiento zancadas de un bata-blanca. Me agacho a recoger la pastilla. Una hilera de hormigas transporta el resto. La última se detiene y pregunta: “¿Podrías vivir sin mí?”. Oír de nuevo esa pregunta me asusta y me incorporo de un respingo. Una corpulenta mano se deposita sobre mi hombro. “Sólo los días impares”- contesto- “sólo los días impares”.
Mientras suelto las pastillas en las hierbas altas, el viento cambia de dirección. Las pastillas rastrean en busca de dentaduras postizas en vasos de agua medio llenos. El viento vuelve a cambiar, entonces son las dentaduras las que castañean para intimidarlas.
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